¿INVERTIR EN LIBRO ANTIGUO ES REALMENTE UNA BUENA IDEA?

José Luis Trullo.- En tiempos de zozobra, el espíritu humano tiende de manera natural a buscar un techo seguro. Y, si hablamos de dinero, este principio se eleva a la categoría de axioma. No en vano, en los últimos tres años el oro, la plata, el cobre e incluso el trigo y el maíz -bienes tangibles- se han convertido en valores-refugio: productos materiales, concretos, que nos brindan una referencia cierta frente a las espectrales promesas de los bonos, las letras del Tesoro y las stock-options.

Esto es así porque dinero, haberlo, haylo. Y a espuertas (no en vano la riqueza ni se crea ni se destruye: sólo cambia de manos). Lo que no saben los inversores es dónde meterlo. Descartada la opción de ocultarlo debajo del colchón, la codicia ansía hacerse con objetos que, a día de hoy, se ofrezcan a un precio lo bastante asequible como para que, en un tiempo más o menos prudencial, éste vaya a verse incrementado. Hace décadas que el mercado de la pintura y las antigüedades sufren en sus carnes los efectos de la burbuja que alimentan este tipo de especuladores en obras cuya apreciación el tiempo (y la escasez) centuplica en el zoco interplanetario.



Ahora bien, ¿invertir en libro antiguo? ¿Es eso rentable? Las opiniones varían. Así, mientras el librero David Grayling asegura que "invertir en libros antiguos es una opción que ayuda a mantener nuestro dinero seguro"  (opinión avalada, y quizás alimentada, por el hecho de que a él mismo le va la vida en ello), Nora O'Neill afirma que, en la mayoría de los casos, esto es absolutamente incierto. Y aporta algunas consideraciones que vale la pena glosar, ni que sea someramente.

Dice O'Neill que, para aspirar a ganar dinero con la inversión en libro antiguo, ante todo hay que disponer de un conocimiento profundo del valor de lo que vamos a comprar, algo quizás fuera del alcance de la gran mayoría de los mortales. Cada título, cada edición e incluso cada ejemplar particular posee un valor "de cambio" específico, que es lo que le confiere un precio mayor en el mercado respecto a otros títulos, ediciones y ejemplares. Así, una edición no venal siempre alcanzará mejores cotizaciones que un best-seller; una edición limitada y numerada, mayores que una que conoció innumerables reimpresiones... Además, hay que conocer si el precio que vamos a pagar por ese ejemplar es el mejor al que podemos aspirar, dada su rareza y su estado de conservación. Por último, debemos disponer de las condiciones materiales necesarias para que nuestros libros lleguen a su "mayoría de edad comercial" en el mejor de los estados posibles, lo cual no es fácil de conseguir, tratándose de un objeto realizado en materiales sumamente vulnerables: papel, madera, pergamino...

Evaluar el buen estado de un libro puede, quizás, realizarse a ojo, pero determinar el precio justo de un libro es tarea hercúlea. Quizás por ello han proliferado servicios de expertización -dispensen el palabro- que tratan de orientar al comprador (y al eventual vendedor) sobre el precio de mercado de un título preciso. Claro está que, hoy en día, internet ha simplificado mucho las cosas, al permitirnos hacernos una idea del estado del mercado en unos pocos clics. Pero también las ha complicado, y mucho, al disolver las categorías que hasta ayer considerábamos firmes, de manera que se producen fenómenos de inflación y deflación de obras con la rapidez con que un cometa surca el espacio que se abre ante nuestros ojos.

Mención aparte merece la bibliografía sobre el tema. Entre las referencias absolutas, podemos destacar el libro de Joe Waynick, Internet Bookselling Made Easy! How to Earn a Living Selling Used Books Online, en el cual (con el típico estilo euforizante de los manuales norteamericanos) se nos promete alcanzar una vida regalada vendiendo libros desde nuestra propia casa con la fácil aplicación de unos cuantos trucos. Lo que no dice Waynick es que, si todos aplicamos esos trucos, lo más probable es que nadie acabe ganando nada, por la misma razón que, en una mesa de tahúres, el póquer de ases se paga muy mal. Un título quizás algo menos pretencioso sea el manual editado por Christie's How to Buy Rare Books: A Practical Guide to the Antiquarian Book Market, donde como mínimo sabremos de qué pie cojea la prestigiosa casa de subastas.


En la red, entre la barahúnda de páginas criptopublicitarias promovidas por empresas directamente concernidas por el negocio en cuestión (el propio Waynick tiene una), no hay que perderse el estudio esencial de Robert F. Lucas, The Essentials of Book Collecting, y en especial el apartado dedicado a "Understanding book values & pricing". Aunque lo que dice se cae por su propio peso, no es baladí recordarlo en estos tiempos de confusión y arribismo desesperado. Un planteamiento complementario, desde un punto de vista menos profesoral, lo encontramos en el artículo publicado por Danny Wong en Money and Business, titulado "Investing in rare books".

Una categoría aparte la constituyen los "herederos" de bibliotecas fabulosas, esos especímenes con los que sueñan todos los libreros de anticuario en secreto pero a los cuales desprecian estentóreamente en público, tachándoles de liquidadores del patrimonio familiar. Pues bien, ahí es donde se hace el poco o mucho negocio que pueda generar el tráfico de papel impreso. El óbito de un bibliófilo permite, tras el vertido de unas lágrimas, perpetrar la mayor tarea de saqueo espiritual que imaginarse pueda. Años de paciente recolección, de búsqueda denodada, de lúcido acopio, se entrega a la depredación apresurada de unas mandíbulas hambrientas de savia nueva, aunque en este caso suela ser añeja. Si el librero lo es, y no un infame saldista, abonará un precio justo al vendedor e irá soltando las presas poco a poco, con paciencia, en su venerable local; de lo contrario, los mercadillos se llenarán por unos días de apetitosos ejemplares en una pila indiscrimada donde se acabarán echando a perder por el trasiego y la mala vida.

En un interesante artículo publicado en 2004 en The Independent, un asesor financiero aportaba una interesante perspectiva a la hora de plantearse en sus justos términos una posible inversión en libro antiguo: "compre sus libros pensando antes en el placer que le van a reportar que en el dinero que le pueden reportar". Pero, claro, esa no es la perspectiva que tiene un inversor al uso...

Concluyendo, y tratando de responder siquiera de lejos a la pregunta que encabeza este artículo: ¿invertir en libro antiguo es una buena idea? Sí, si usted tiene tiempo y energías para aprender y conocer de cerca un mercado tan especializado como cualquier otro. No, si pertenece a la clase de inversor impaciente y ansioso que, en caso de no alcanzar las tasas de rentabilidad soñadas, se sentirá estafado. Pues al primer tipo de inversor siempre le quedará esa personal compensación a la que alude O'Neill, y que sólo experimentan los auténticos bibliófilos: "la sensación de bienestar que nos asalta cada vez que miramos un raro ejemplar de un libro amado".






REMBRANDT, GRABADOR DE LA BIBLIA

Rembrandt realizó más de trescientas obras sobre historias y figuras de la Biblia (entre ellas, setenta aguafuertes), dotadas de un gran sentido de la composición, una sorprendente variedad técnica y una enorme expresividad emocional. El primero de sus grabados de temática bíblica data de 1626 y el último, de 1659. Para Rembrandt, el grabado no era un mero producto derivado de sus pinturas, sino un género dotado de un valor intrínseco. Con ello, seguía los pasos de sus más célebres predecesores, como Lucas van Leyden o Alberto Durero, llevándolos a un nuevo nivel. LEER MÁS



LAS FIGURAS BÍBLICAS DE VIRGIL SOLIS

Las primeras obras firmadas por Solis son de 1554. Su estilo, marcadamente decorativo y de vocación arquitectónica, sintonizó con cierta corriente en boga en el Renacimiento centroeuropeo por aquella época, que se complacía en fusionar temas y ornamentos de estirpe italiana con un gusto por lo abigarrado típicamente germánico. Su arte incorporó influencias de Durero, Beham y otros artistas. Su mejor obra son las Figuras Bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento, que aquí analizamos, un proyecto gráfico sólido, quizás algo discutible bajo una óptica teológica, pero cautivador y apasionante desde la primera imagen hasta la última. LEER MÁS



LA MONUMENTAL BIBLIA DE MERIAN 

En 1630 se publicaba en Estrasburgo la conocida como Biblia de Merian, la gran Biblia de Lutero con imágenes, publicada por Lazarus Zetzner, una de las editoras más importantes de Europa. Fue la primera vez que los famosos grabados al cobre del insigne artista Mateo Merian fueron insertados en el texto a dos columnas. Las planchas originales fueron posteriormente coloreadas a mano, dando a los volúmenes de las Sagradas Escrituras un relieve plástico y una hondura espiritual tan sólo comparable a los que, en su género, realizaron Durero, Cranach o Rembradt. LEER MÁS


JACQUES CALLOT, ACÉRRIMO CONTRARREFORMISTA

El célebre grabador francés Jacques Callot nació en una región de predominio católico, donde además la influencia de Roma era creciente. El propio autor formaba parte de la cofradía de la Inmaculada Concepción, e hizo causa común con el dogma de la Comunión de los Santos propugnada por el Concilio de Trento. No es extraño, pues, encontrar estos temas en su producción grabada: entre sus centenares de estampas se incluyen ciclos sobre la Virgen, o su serie sobre vidas de santos. LEER MÁS