Los Códices de Madrid y la odisea del saber

Carla Manzano.- Leonardo nació en la villa italiana de Vinci, en 1452, en pleno Renacimiento italiano. Fue el primer hijo de Piero da Vinci y la joven Caterina, y quinto de la saga familiar de los da Vinci, reconocidos notarios de la Toscana. El saber universal de un personaje como él implica la apertura de su horizonte intelectual a una ingente diversidad de materias. Dominaba todas las artes: ingeniería, pintura, escultura, arquitectura, música, etc., pero también las letras y las ciencias; diseñaba con asombrosa agilidad y perfección los más variados ingenios técnicos... en definitiva, su persona constituye el mejor y más completo prototipo de genio universal.

Se calcula que a lo largo de su vida escribió unas 15.000 páginas,  de las que se conservan únicamente 7.000 distribuidas en 25 códices conservados en ocho bibliotecas. Dos de ellos, y no los menos relevantes, fueron descubiertos en fecha reciente en España, recibiendo el nombre de Códices de Madrid por estar depositados en la Biblioteca Nacional de la capital del reino.

Elisa Ruiz, catedrática de Paleografía y Diplomática de la UCM y filóloga, afirma que "Leonardo escribía y dibujaba unas páginas dinámicas, llenas de ideas, numeradas una a una y con dibujos complementados por textos siempre subsidiarios, cuyo tipo cambiaba según el tamaño del gráfico. Su letra", explica Ruiz, "era muy moderna y también caligráficamente se adelantó a su época; en sus escritos hay hasta tres estratos de escritura. Da Vinci estaba interesado por asuntos tan distintos como la fortificación, las mareas, la gravedad, los relojes o las cerraduras, pero también por la sombra, las puertas batientes, los rodamientos, etc.".

Por su parte, el ingeniero Fernando Torres Leza ha demostrado que hasta quince de las máquinas ideadas por Leonardo en sus Códices de Madrid, y reconstruidas por él mismo en la actualidad, "pueden funcionar perfectamente, lo cual desmiente a quienes lo han considerado un genio sólo ocurrente". Dichas réplicas se pueden conocer en este enlace.

Julián Martín Abad, responsable de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, ha reconstruido la historia de estos extraordinarios Códices, los cuales, al morir el autor, pasaron a manos de su amigo Franceso Melzi. Fue su hijo Orazio el que los entregó a Pompeo Leoni, escultor contratado por Felipe II, quien a su vez los trae a España. En 1608 muere Leoni y los manuscritos son adquiridos por un amigo de Francisco de Quevedo, Juan de Espina, "caballero que vive sólo en una mansión de Madrid y del que se dice que se hace servir por autómatas de madera", según testimonios de la época. Carlos, príncipe de Gales, que visita Madrid en 1623, se interesa por los manuscritos; Espina le niega el acceso a ellos y opta por cederlos al Rey. Los Códices recalan, por fin, en la Biblioteca Real en 1712. El extravío, hasta 1964, de los manuscritos 8.937 y 8.936 de Leonardo, lo explica Martín Abad "por el trasiego de la biblioteca regia por cuatro sedes distintas, por una fatal confusión de signatura y por el aura de Da Vinci, que cegó a muchos para adosar su fama a la del genio".

Los Códices de Madrid pertenecen tal vez al período más productivo de la vida de Leonardo, desde 1491 hasta 1505. Muchos de los ingenios ilustrados en estos manuscritos no serían desarrollados por completo hasta muchos siglos después, caso del giroscopio o el llamado "engranaje sin fin". Ahora bien, estos Códices no se limitan a una colección de diversas máquinas, sino que constituyen un análisis sistemático de los conceptos y elementos de las máquinas. Hubieron de transcurrir cientos de años antes de que los sabios franceses, por ejemplo, desarrollaran un análisis similar para establecer las bases de las teorías modernas de la mecánica.

El así denominado Codex Madrid I (catalogado con la signatura Ms. 8937) es un tratado de estática y mecánica, y consta de 192 folios con un formato interior de 215 x 145 mm. Por su parte, el Codex Madrid II (Ms. 8936) es un tratado de fortificación, estática y geometría, constando de 158 folios (316 págs.) y un formato interior de 210 x 145 mm. A propósito de este último volumen, se ha constatado que en los Códices leonardescos, "las analogías de escala en textos y dibujos con el castillo de La Mota y Salses son evidentes", según el arquitecto Fernando Cobos-Guerra, restaurador del castillo español. "Todo evoca las fortalezas construidas por los ingenieros españoles, artífices de la ciencia de la fortificación".

En suma, esta magna obra puede considerarse como un auténtico compendio de saberes precientíficos que ilustran la capacidad de un solo hombre para navegar por sí mismo, como Ulises, rumbo a un puerto que sólo sería alcanzado mucho tiempo después. Ya sólo por eso, merece nuestra admiración.