Los cuidados del libro antiguo


Todolibroantiguo.- Nuestra vida es efímera; no tanto la de nuestros libros antiguos, pero tampoco durarán eternamente. Nuestra biblioteca, siempre incompleta, pasará tras nuestra corta estancia en este mundo a nuestros sucesores. En algunos casos, la retendrán y quizás la quieran tanto como nosotros, pero en otros casos la venderán y ésta se dispersará. Lo que una vez fue nuestro, pasará a otras manos y el ciclo de la vida volverá a empezar. Pero aunque nuestros libros nos sobrevivirán, es nuestro deber conservar lo mejor posible aquello que durante siglos ha pasado por distintas manos y que, finalmente, hemos heredado.

Las sustancias que componen el libro están sujeta, como cualquier otra, a las reglas implacables de la naturaleza. Esta materia, de origen orgánico en su gran mayoría, sufre un envejecimiento consecuencia del deterioro debido, por un lado, a factores medioambientales y, por otro, a la propia naturaleza de los materiales, que se degradan química y biológicamente. No podemos detener esta degradación pero sí ralentizarla, ya que la velocidad con la que este envejecimiento se produce depende en gran medida de las condiciones medioambientales de nuestra biblioteca.

Aparte de estos factores ambientales, nuestra propia actuación influye decisivamente en el estado del libro: los roces al sacarlo del estante o extraerlo por el lomo, la simple apertura que obliga a los materiales a sufrir una torsión o el accidente fortuito (una caída, por ejemplo) son elementos a veces mucho más nocivos que los medioambientales.

Aunque invisibles, la humedad y la temperatura son elementos a tener muy en cuenta. Los materiales de los que están hechos los libros tienen la propiedad de intercambiar agua con el aire dependiendo de la humedad relativa del entorno. Si es alto, aparecen hongos; asimismo, debido a este intercambio, el material se dilata o contrae apareciendo grietas y deformaciones en los libros antiguos.

No existe solución perfecta para su control, por varias razones. Una es que los fondos y las colecciones de libros se componen de materiales muy diversos que responden de manera muy distintas a los cambios de ambiente: papel, pergamino, adhesivos, broches metálicos etc. Desde luego, el mejor ambiente es aquel en el que predomine el frío. Una cámara frigorífica sería perfecta pero... ¿qué pasaría al sacarlo de la cámara para consultarlo? En tal caso, un objeto frío -el libro- se introduciría en otro mucho más calido y se produciría un funesto fenómeno llamado condensación. LEER MÁS




El genio del grabado francés del siglo XIX Gustavo Doré logró, con su serie de litografías sobre Londres, conmover al público de su tiempo con unas estampas veraces, hondas y comprometidas con la realidad, lo cual no fue entendido por todos. Y es que, hasta entonces, el artista había halagado el gusto popular con sus ilustraciones de grandes obras literarias (la Divina Comedia de Dante o las obras de Shakespeare) o de escenas bíblicas, algo bastante inocuo en suma y adecuado para todos los públicos. Sin embargo, cuando Doré colocó un espejo ante quienes hasta entonces le habían acogido con entusiasmo, se elevó por encima de su tarea de mero ilustrador para convertirse en un auténtico cronista: en artista verdadero. Y eso que él, en sus propias palabras, apenas se consideraba como un simple vagabundo...




LOS CAPRICHOS DE GOYA Y LA MODERNIDAD EN EL GRABADO

De todas sus series de grabados, Goya acuñó en sus Caprichos una forma de expresión que pronto se convirtiría en el símbolo de "lo goyesco", ya que transmitieron una nueva manera de afrontar la realidad, presentándola más próxima y expresiva, con un lenguaje más fresco, del que se harán eco los artistas del siglo XIX, caso del genial Daumier. Es el final del frío y artificioso grabado neoclásico y el principio de la Modernidad en el grabado.


En esta obra singular, se recogen litografías de monumentos representativos de España. Para crear las planchas de piedra, realizadas por los mejores litógrafos de Francia, se utilizaron los dibujos y grabados que el pintor Jenaro Pérez de Villaamil recogió en sus viajes por España entre los años 1830 y 1838, así como de otros autores. Constituye una de las piedras angulares de la historia del grabado en España, y su valor se encuentra tanto en la calidad intrínseca de las láminas que la componen como en su dimensión documental, ya que muchos de los monumentos que en ella aparecen se han visto sustancialmente modificados o, simplemente, no existen.

EL APOCALIPSIS DE DURERO: MÁS ALLÁ DE LA TEOLOGÍA

Si, en nuestros días, los grandes artistas de todos los tiempos siguen cautivándonos es porque, más allá de la temática de sus obras (los dioses olímpicos, los símbolos egipcios o la propia iconografía cristiana), su fuerza visual y la propia maestría de su ejecución trasciende el referente inmediato que guió a sus autores. Esto es así en multitud de casos, pero especialmente en los grabados de Durero, muy influidos por significados teológicos y bíblicos, pero que la sensibilidad actual aún puede disfrutar gracias a factores por completos a la teología.

LA ESPAÑA ROMÁNTICA DE DAVID ROBERTS

Uno de los principales artífices de la imagen distorsionada de España en el extranjero es, quién iba a decirlo, un pintor escocés: ello es así porque los grabados de su España Pintoresca (1832-1833) iban a gozar de una difusión extraordinaria durante décadas en toda Europa, transmitiendo de nuestro país un concepto más cercano al primitivismo africano que a la civilización ilustrada continental. Más allá de dicho impacto cultural, incontestable en cualquier caso, esta colección de litografías poseen un extraordinario valor artístico, además de un gran mérito personal: no en vano, el autor las realizó a partir de unos bocetos tomados al natural, en unas circunstancias que podemos imaginar no del todo cómodas.